Mi madre hace el caldo a fuego lento, al chup-chup. Pone los ingredientes poco a poco, seleccionando cuidadosamente los mejores productos que le vende su tendero de confianza. El agua hierve, burbujas constantes explotan en el aire desencadenando un arco iris olfativo. A su debido momento vierte su amor dentro de la olla mágica para producir la riquísima poción. No puede ser de otra manera, no por mucho correr amanece más temprano, el tiempo se mide en vida y no en segundos, la cantidad se mide en ilusión y no en ceros…
Fast fashion es la antítesis de la evolución actual, es la antesala del desastre ecológico y humano.
Fast fashion es la antítesis de la evolución actual, es la antesala del desastre ecológico y humano. Ríos de tinta del color de la siguiente temporada, niños que regalan su infancia a manos de dueños indestructibles de poder, consecuencias, partes del alto precio que pagamos del consumismo compulsivo, de la fabricación en masa, de la sobre explotación de recursos y mano de obra, de precios bajos insostenibles.
Slow fashion aboga por frenar, hacer de tortuga, lenta pero segura, sin rastro, adaptable al medio y al momento.
Importa el saber dónde y por qué, importa el cuándo y el cómo, y en eso estamos, en trazar un camino, hacer nuestro destino positivo, con amor, confianza, emoción y actitud.
Sabemos de dónde viene nuestro algodón orgánico ya hilado: de India y Vietnam, siempre con certificado (GOTS) que es nuestros ojos y vigilancia. Sabemos quién teje la tela y elabora tinta, vemos quién nos hace los patrones, las muestras y prendas, olemos quién nos estampa, trabajamos codo con codo con todos nuestros profesionales para realizar estrategias que minimicen nuestra huella de carbono en el planeta. Nos esforzamos porque aparte de un diseño cuidado, diferente y con mensaje, nuestra ropa sea de calidad, duradera, sostenible, orgánica y de proximidad, es decir, bonita por dentro y por fuera.
Nosotros practicamos el slow fashion, ¿y tú?